ZINEMA
Muere Harry Potter, renace Radcliffe
Largas colas han dado la bienvenida a la segunda parte de 'Harry Potter y las reliquias de la muerte'
El filme recurre a la espectacularidad y la épica para justificar un desenlace inesperado y aplaudido
ANDONI ITURBE - Sábado, 16 de Julio de 2011 - Actualizado a las 05:54h.
BILBAO
DURANTE los últimos diez años, la cara de Daniel Radcliffe ha sido la máscara donde se ha perpetuado la inocencia de Harry Potter. Una duradera saga que invalidaba sus hormonas de crecimiento y le daba un aura de chico vitalista e inocente.
Al contrario de Ruper Grint y Emma Watson, más corpulentos y menos estilizados, la primera parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte ya anunciaba el final de una era y el comienzo de una nueva etapa profesional y personal. El paso de una adolescencia marcada por el éxito hacia una juventud libre de impuestos. Daniel Radcliffe y sus dos amigos del alma piensan tatuar en alguna parte visible de sus cuerpos algún recuerdo sobre la famosa saga. Una señal de la difícil armonía que supone distanciarse y acomodarse de tantos rodajes que les han marcado inevitablemente. Tanto como a sus fieles lectores y espectadores. Igual de confundidos en la edad del pavo. Un niño de 8 años y otro de 14 años -se negaba a decir su nombre por no querer dar detalles personales a desconocidos- se empeñaban en la idea de que los libros de Harry Potter tenían muy buenos actores. "Me gustan los gemelos de los libros, actúan muy bien", replicaban al periodista desde la comodidad de las butacas. La idea de que los libros cobran vida y recobran intensidad narrativa es un paradigma claro en las famosas películas potterianas. Un relato que busca sorprender a través de la caligrafía visual de una calculada operación de marketing. Las reacciones de sorpresa, alegría e indignación se computaban por igual tras la primera proyección de Harry Potter y las reliquias de la muerte (parte 2). La entrada para la versión de 3D costaba diez euros (nueve y un euro de más por razones de contabilidad) en las salas de Cinesa de Bilbao. Niños, adolescentes y mayores esperaban la entrada a la sala como si fueran a una pila bautismal para refrendar los votos con el credo de Harry Potter, moribundo en el universo de las letras y atlético y sano en la gran pantalla. Ahora que las precuelas se han convertido en la nueva estrategia hollywoodense para llamar la atención de la audiencia global, la última producción (hasta el momento) estrenada ayer ha dado una vuelta de tuerca a los deseos de un público que esperaba la defunción del mago que oposita a la inmortalidad.
Por un dos por uno, la última película proyecta el pasado y el futuro del famoso personaje. Flashes que cierran el círculo inicial. Cuando los alumnos de Hogwarts revoloteaban por los pasillos de la escuela. La magia era la manifestación divertida y coral de un don. El final de Harry Potter y las reliquias de la muerte tiene tantas lecturas como visionados. Para Valentina y Olaia, dos adolescentes que resoplaban satisfechas y afirmaban "¡qué fuerte!" a la salida, fue fruto de un acto de exorcismo. Un regalo después de muchos meses de espera.
MIEDOS ¿Y qué se podría decir del final de una saga tan esperada como fría? Que confronta a Harry Potter con la soledad de una decisión sin escapatoria. Los creyentes del credo potteriano, analizadas algunas reacciones públicas, hablaban de satisfacción. ¿Dónde quedan, entonces, los razonamientos cinematográficos? Quien escribe este artículo no entiende que la épica mate al duelo, y que el enfrentamiento entre Harry Potter y Voldemort, el clímax a un desenlace esperadísimo, se enfrasque en un golpe seco. La tristeza que desprende el famoso mago proyecta un aura fúnebre y se difumina en ese ambiente oscuro y apocalíptico. El director David Yates prepara y ultima la película con la obsesiva idea de crear un punto de inflexión calculado e imaginativo. Como si el resto de la producción tuviera que alimentarse del mito y de la epifanía liberadora de una amenaza personal y colectiva. En las dos últimas entregas, ha intentado que el final sea una manifestación secular de dos formas de entender el mundo, Los que defienden la lealtad o los que se alimentan del mal y la envidia. Y Harry Potter, el alma máter de Hogwarts, se desprende de su cuerpo para someterse y expandirse al son de sus seguidores. Desde el punto de vista estratégico se entiende que Harry Potter sea la cabeza visible de una escuela que ha representado. Una energía duplicada y superdotada que se enfrenta a su gran amenaza desde la responsabilidad y la parsimonia.
David Yates entiende que el público solo espera el clímax de la película y el futuro paradero de Harry Potter. La explicación se apodera de la lógica y lo épico gana a lo íntimo. Los últimos fotogramas vienen a alimentar la persona y no el mito, el protagonista del filme.
La operación de marketing de una saga tan millonaria como ésta obligaba a que la última película fuera un tributo a todas las anteriores. Un andamiaje de pirotecnia, dragones, elfos y coreografías enlatadas de una producción que promete contentar a sus seguidores. Harry Potter y las reliquias de la muerte cosecha un sucedáneo de intriga y fundamentos de una buena producción inteligente y menos sabia.
Ha muerto el personaje del libro y ahora renacerán los actores, tatuados o no.
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